El tiempo vuela, sea por nuestras ocupaciones o preocupaciones, pero el tiempo parece escurrirse entre los vaivenes del tic-tac. La marcha del tiempo es inexorable, sin embargo es siempre posible hacer una pausa y hacer una evaluación de nuestra marcha en este mundo.
La circunstancia es peculiar, efectivamente miles (sí, miles sino millones) de personas creen que el mundo se acabará este 21 de diciembre, atribuyen semejante hallazgo a una cultura que no pudo sobreponerse a la barrera del tiempo... curioso. Yo no creo en las predicciones de aficionados, o qué dicen los astros u otros elementos que no hacen otra cosa que distraer nuestra atención del presente y eventualmente invertir nuestro tiempo y preocupaciones en acontecimientos que al final de cuentas no tendrán impacto en nuestras vidas.
Para muestra un botón: ningún "gurú de la adivinación" fue capaz de preveer que acontecería en septiembre de 2001, ante semejante miopía, mal haríamos en echar mano de sus predicciones o sus palabras para explicar el futuro o el presente. Entonces ¿cuál puede ser nuestra reacción ante la inundación de mensajes, revistas, programas ofreciendo adelantarnos para saber el futuro? Es cierto que muchas veces tenemos ese desagradable sentimiento de "si hubiera sabido habría tomado tal o cual decisión". Sin embargo, debo decir que por un lado a veces es mejor no saber y al mismo tiempo actuar de acuerdo a una escala de prioridades y valores que tenga sentido.
Parece que la filosofía de vida de la mayoría de las personas es relativista, "lo que es bueno para mí, puede no ser bueno para tí", discordo completamente de ese tipo de pensamiento, es como si afirmáramos "el cianuro es malo para mí, pero pruébalo, puede que sea bueno para tí", o también "para tí la luz roja del semáforo significa detenerse, pero para mí significa no se detenga". Es claro que semejante tipo de pensamiento relativista es como una canoa agujereada, no va a llegar muy lejos. ¿Dónde, entonces podremos hallar esa escala de prioridades y valores que tenga sentido? Para actuar de una forma sabia y acertada podríamos buscar en la experiencia de otros cuyas palabras nos alentarán o nos advertirán acerca de los eventuales acontecimientos. Para colocar los fundamentos de nuestra confianza debemos entonces elaborar una lista mínima de elementos que nos permitan determinar si vale la pena o no considerar esas palabras; uno de los elementos es, si esa persona vivió de acuerdo con esos principios, ¿cuál fue su final? Este punto puede ser equivalente a seguir una dieta, si por ejemplo elegimos seguir la dieta saludable "Atkins" y luego el fundador muere por un ataque al corazón causado por exceso de grasa en sus arterias... esa dieta carece de credibilidad (claro siempre es posible que hasta el mismo fundador de la dieta no la haya seguido al pie de la letra), sin embargo esa falta de credibilidad podría derrumbar todo un sistema.
Ese es el caso de los cristianos, muchas veces por causa de la falta de credibilidad de personas particulares o instituciones religiosas completas (me resisto a llamarlas iglesias), la Biblia ha sufrido de la falta de credibilidad, contrariamente a todos esos malos ejemplos hay también buenos ejemplos y dignos de mencionar, como los hermanos Wesley (1738), que gracias al esfuerzo por poner en práctica la Palabra de Dios en las vidas cotidianas de los ingleses, consiguieron generar una reforma moral y civil tan impactante que algunos historiadores señalan que eso fue lo que evitó una catástrofe como la que aconteció con la revolución francesa de 1789.
En resumen, esta época es un buen momento para pensar y evaluar, cómo llevaremos adelante nuestras vidas, ¿serían mejores si supiésemos el futuro? honestamente lo dudo, pero es posible construir una vida, una familia y una sociedad feliz. Siendo la felicidad no una meta sino un elemento que forma parte de nuestra caminata. Esta felicidad empieza con "fe" y la fe debe estar colocada sobre algo firme y seguro, y esto es la Palabra de Dios
Mateo 7.24-27
Que cada día abran los ojos a las bendiciones del Señor
y abran el corazón no solamente para dejarlo entrar,
sino para dejar de creer que podemos ganar el cielo
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